Bienvenido a este nuevo blog sobre salud, espiritualidad, cultura y crecimiento personal. Espero poder aportar aquí documentación, noticias y reflexiones para los lectores sobre el ámbito de la salud y del estudio e investigación de las manifestaciones de religiosidad y espiritualidad de individuos y grupos humanos en general. Trabajo arduamente junto con amigos y colaboradores con el propósito de ofrecerle la información que precisa encontrar, o, que en lo posible, le sea de utilidad.

psicología

Enfermos de amor


«Necesito a mi marido, como una drogadicta necesita la sustancia estupefaciente». ¿Te sorprende esta afirmación? No debería, es bastante común entre un grupo de personas dentro de nuestra sociedad contemporánea. Tomemos el caso de María, tiene 45 años, y el mal que padece se llama adicción al amor, una dependencia emocional que, como todas las demás, es enfermiza: condiciona y limita su vida y la de su pareja hasta límites insospechados. En realidad este trastorno no tiene nada que ver con la fascinación que surge en el enamoramiento respecto a la persona amada, a la que se idealiza e idolatra, con la que el tiempo a su lado parece esfumarse, y que acapara el pensamiento de uno las veinticuatro horas del día.
Aclaremos el concepto. En general, todo el mundo tiene esos síntomas al inicio de sus relaciones sentimentales y hasta cierto grado de dependencia; sin embargo, la adicción afectiva la padece un 10 por ciento de la población, según el primer estudio en este caso realizado en España por la Universidad de Oviedo y la Fundación Instituto Spiral en las comunidades asturiana y madrileña, ya adelantado por el periódico ABC en su día.
La enfermedad del amor consiste en querer al otro por encima de todas las cosas..., incluso de uno mismo. «Es cuando el “tú”, sustituye al “yo”; cuando se vive, única y exclusivamente, pendiente de satisfacer y complacer al otro, renunciando a los propios deseos y necesidades, ocupando un papel secundario, supeditándose siempre a nuestro novio/marido», explica Leandro Palacios, psicólogo clínico de Spiral. Esta entidad celebró durante toda una jornada el I Encuentro Interprofesional sobre Dependencias Sentimentales, que en su momento fue inaugurado por el gerente de Madrid Salud del Ayuntamiento, José Manuel Torrecilla.
Vivir por y para el otro
El adicto vive por y para el otro, al que quiere más que a sí mismo, o como decía la copla: «Te quiero más que a mi vida...». «El afectado necesita obsesivamente a su pareja, de la que depende en exceso, se somete a ella, tiene pánico a la ruptura y repite su conducta en sus relaciones sentimentales, saltando de una a otra, ya que no sabe estar solo», indica Jorge Castelló, psicólogo y psicoterapeuta.
Cuando se llega a esta situación, el amor deja de ser una cuestión de física y química combinada con otros ingredientes para desembocar en un trastorno de la personalidad. «Como cualquier droga, el consumidor vive en una burbuja con su pareja, desatiende aficiones, amigos e incluso a sus hijos, y, en los casos más graves, sus necesidades básicas, descuidando su alimentación, trabajo...».
Es de difícil diagnóstico, ya que se manifesta con síntomas como depresión, ansiedad, problemas de adaptación, estrés, neurosis, e incluso, violencia. «El objetivo de este encuentro es dar a conocer un mal, reconocido de forma tangencial, para que salga a la luz, no quede oculto y se le dé el tratamiento adecuado», indica el doctor Palacios.
Algo significativo y orientador para tomar en cuenta son los rasgos de personalidad que caracterizan a estos sujetos: inmadurez, baja autoestima, carencias afectivas, falta de habilidades sociales, impulsividad y negación del problema. Pero no nos desalentemos si creemos habernos identificado con algunos de estos rasgos típicos de quienes sufren de el "mal de amores". No olvidemos que la necesidad que se experimenta de ser necesitado, de sufrir, y moverse entre el amor y el odio para llenar un vacío que en realidad nunca puede llenarse -dentro de una espiral de constante insatisfacción-, tiene cura. Solo a base de terapia, y a largo plazo.
Neurológicamente, está demostrado que el amor es un estado físico-químico de “demencia temporal” (expresión algo desdeñosa y hasta ofensiva) que suele durar máximo cuatro años, o hasta que aparece otra persona que despierta la intensidad de una pasión romántica. En realidad, no es nada sorprendente que la bioquímica cerebral o la activación de ciertas sustancias químicas en el cerebro, también se les puede comparar con un estado obsesivo compulsivo.