Salud es un término difícil de definir. No obstante, a fin de comprender mejor los conceptos de salud y enfermedad, pasamos a continuación a repasar su evolución histórica en el pensamiento humano y sus diferentes definiciones a fin de que podamos entender mejor dicho fenómeno. Debemos partir de la premisa de que la salud es el estado natural, o mejor, la tendencia natural del ser humano.... Este es un principio básico de la medicina por más que en la práctica médica andemos entre enfermedades, síntomas y diagnósticos, y cada persona se encuentre con más o menos frecuencia afectada de esa experiencia vital que es la enfermedad.
En realidad, desde el punto de vista de cómo se siente a sí mismo una persona, sólo existen dos modos de estar, aunque con diferencias en la intensidad: el "bien-estar", es la normalidad e implica salud y el "mal-estar" o estado alterado que implica enfermedad; y esos estados están relacionados con el grado en la sintonía con la propia naturaleza individual, con los recursos que propician su identidad en equilibrio y con la sensibilidad de cada cual a la auto percepción y a la percepción del entorno, si bien esta percepción puede estar alterada por diferentes causas como la propia experiencia, sociales, químicas (eje.: drogas...), ambientales, etc. Podríamos resumir en una sola frase el estado de salud como la realidad, o quizá la utopía, de "ser uno mismo en equilibrio" desde todos lo puntos de vista posibles: biológico, psíquico, relacional, etc.
La salud representa un estado en el que destaca la ausencia de señales de alarma. La percepción de "normalidad" de uno mismo significa el silencio de las funciones orgánicas que posibilita las acciones voluntarias como manifestación de la vida. La salud es ese silencio o, si acaso, ese susurro, que nos permite "sentir la vida" como estado óptimo individual en las interrelaciones, que se manifiesta en actos libres y posibilita el desarrollo.
La naturaleza nos ha dotado con una serie de funciones y tendencias en mayor o menor grado instintivas, de marcado nivel gratificante. La salud está marcada por la cualidad hedonista que supone todo estado innato-natural o por decirlo de otra manera, todo lo que respeta la sintonía consigo mismo, con la propia naturaleza y, por tanto, no agrede, sino que posibilita el desarrollo de vida. El estado de salud incide de manera especial en condicionar esta percepción del sentido placentero de la vida. Por pertenecer al mundo instintivo, en su relación con el instinto de vida, es una percepción primaria y por tanto inhibe o distorsiona otras.
Si existe una característica que defina la vida, esta sería cambio y desarrollo. Cambio, evolución, adaptación..., la persona como ente reactivo y la salud como estado de equilibrio en continua acomodación: el sistema orgánico busca ese equilibrio que supone el hecho de vivir y que posibilita el desarrollo global de la persona. Al fin se trata de mantener la vida en equilibrio con su medio. La forma más elemental de vida organizada es la célula. Es posible un modo elemental de vida consistente en una sola célula, como ocurre con las bacterias. De hecho, hasta después del día 13 de nuestra vida embrionaria, no hay diferenciación celular. Sin embargo las formas de vida van haciéndose cada vez más complejas; las células se especializan en sus funciones, se organizan y se asocian para cumplir funciones específicas: son los tejidos. La diferenciación se lleva a cabo por medio de mensajes químicos de forma que se establecen verdaderas "conversaciones" entre las células, pero con "palabras" particulares que son moléculas químicas. Estos factores que promueven la diferenciación pueden ser intrínsecos (la propia célula posee la información) o extrínsecos (mensajes procedentes de células cercanas. Así los tejidos de las glándulas se especializan en fabricar y secretar sustancias, el tejido muscular se especializa en contraerse, el tejido óseo se hace compacto y duro para servir de estructura..., etc. Los tejidos vienen a organizarse en estructuras funcionales complejas: son los órganos, las vísceras..., una continua evolución en las formas de vida que culmina en los vertebrados y en al especie humana en su grado mayor de complejidad organizativa con sus capacidades mentales.
Y aún esa complejidad..., no olvidemos el inicio de la vida organizada: la célula y sus funciones como soporte biológico y no olvidemos que el equilibrio del conjunto del sistema es la consecuencia del equilibrio de sus componentes. El envejecimiento es solamente un proceso natural consecuencia de los procesos metabólicos-energéticos celulares, llevados a cabo en organelas celulares como en las redes mitocondriales y en el retículo endoplasmático, por la producción de radicales libres y metabolitos perjudiciales.
Pero todo parecería demasiado elemental sin la existencia de una característica, entre otras, que la defina, toda esta complejidad de funciones perdería su sentido y su continuidad sin un objetivo... Toda forma de vida, desde la más elemental a la más compleja, tiene un marcado objetivo básico que la identifica como tal; es el desarrollo en su medio, desarrollo que supone supervivencia, equilibrio, adaptación... La vida siempre enlazada al medio en que se desarrolla.
Consideramos, por tanto, al modo de estar entre salud y enfermedad como un proceso natural de adaptaciones, modificaciones, desviaciones coyunturales del buen estado natural de equilibrio, tanto en la estructura como en la función de los órganos que representa la salud. Así, el mantenimiento del estado natural de salud presupone una buena defensa de la propia identidad dinámica en equilibrio con el medio. El principio básico de salud como estado natural, no puede ser considerado como una idea simplemente optimista, sino, cuanto menos, como reconocimiento y respeto a los recursos naturales de respuesta ante la agresión y adaptación, perspectiva necesaria ante cualquier modo de abordaje y actitudes reparadoras frente a la salud quebrantada o ante la prevención de la enfermedad.
La enfermedad implica la existencia de un desequilibrio del sistema orgánico. Para conseguir la aproximación más perfecta al estado de salud, la naturaleza nos dota, a cada uno de nosotros, de una serie de recursos que nos reequilibra en el intento de adaptación, manteniendo la propia identidad en un medio frecuentemente hostil y además nos protege de esas variaciones perversas, posibles en ese continuo proceso de cambios y regeneración que representa la vida. Esos medios, propios a la identidad de cada uno y de su diversidad, son mas parecidos cuanto mas próxima es la especie, aunque existan diferencias notorias individuales dentro de la misma especie. De igual modo existen recursos particulares de adaptación más especializados en diferentes especies. Podríamos considerar estos medios de reequilibrio y adaptación que cada persona posee como "autopreventivos" o "autocurativos" y en cualquier caso como salvaguarda de la naturaleza individual en el sentido de identidad propia.
La enfermedad es un proceso natural que implica a la propia tentativa por parte de nuestro organismo de mantener o restablecer el estado de salud, aunque indique frecuentemente, en mayor o menor intensidad, la alteración o el fracaso de los mecanismos naturales de auto-reequilibrio que, por si mismos y en un estado utópico de buena funcionalidad, deberían de ser silentes. De ahí la valoración del estado de salud como el silencio orgánico que nos permite fijar nuestra percepción, atención y actividades, a nuestro requerimiento. La enfermedad es por tanto una señal de alarma de un organismo que se adapta o que al menos lo intenta aunque pueda fracasar en el intento.
Desde esta perspectiva no siempre va a ser lógico y deseable luchar "en contra" de la enfermedad en cuanto que esta actitud implicaría una lucha (agresión) contra la propia naturaleza de la persona..., sino más bien luchar a favor de las fuerzas naturales de defensa de los organismos para lograr el reequilibrio desde su propia identidad, ayudar por tanto en la misma dirección que supone el intento de reequilibrio orgánico.